Al final del acto de piedad cristiana, desde la colina del Palatino, el pontífice invitó a los fieles que recorrieron en una noche de clima agradable las catorce estaciones de la pasión y muerte de Cristo a sumirse “en el silencio de la muerte” “del Hombre rechazado, oprimido y aplastado”.

De este modo, los fieles que llevaban en su mano una vela encendida que iluminaba este lugar de suplicio en la Roma imperial, revivieron, por invitación del obispo de la ciudad eterna, “el drama de Jesús, cargado del dolor, del mal y del pecado del hombre”.

El papa dirigió sus palabras con voz clara después de una larga jornada de oración, en la que horas antes había presidido la celebración de la Pasión del Señor en la Basílica de San Pedro del Vaticano.

“La Cruz no es el signo de la victoria de la muerte, del pecado y del mal, sino el signo luminoso del amor, más aún, de la inmensidad del amor de Dios, de aquello que jamás habríamos podido pedir, imaginar o esperar”, aseguró.
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